sábado, 16 de agosto de 2014

Cambio de guardia

Días atrás, mi padre y yo regresamos de un largo periplo automovilístico por el nordeste argentino y el sudeste paraguayo, con breves estadías en las capitales correntina, misionera, formoseña y paraguaya y las ciudades correntina de Mercedes, misionera de Puerto Iguazú, paraguaya de Villarrica y entrerriana de La Paz y excursiones a la capital chaqueña y sitios emblemáticos como las ruinas jesuíticas misioneras de San Ignacio y el palacio entrerriano de San José.  El trayecto también incluyó una visita a la casa natal del general José de San Martín, sita en la localidad correntina de Yapeyú y albergue de los restos de los padres del Libertador.
Ayer, ya de regreso en la Reina del Plata, recordé, al pasar junto a la Catedral Metropolitana, que sólo faltaban dos días para un nuevo aniversario del fallecimiento del Libertador y que, habiendo visitado recientemente su casa natal, correspondía que ahora visitase su tumba, aunque ya la hubiese visitado incontables veces, como viejo porteño siempre domiciliado cerca de la Catedral, donde otro viejo porteño, Jorge Mario Bergoglio, oficiase incontables misas sin vaticinar su pontificado. 
Ingresé al sepulcro sanmartiniano con anuencia del personal de limpieza, que pulía meticulosamente el sagrado recinto bajo la mirada impertérrita de los dos granaderos invariablemente apostados junto a la tumba del Padre de la Patria. Me contuvo un atildado caballero con un pequeño escudo argentino en la solapa, que, cortésmente, me pidió que saliera del sepulcro sanmartiniano por breves instantes, pues estaba por efectuarse un cambio de guardia.
Presencié el cambio de guardia junto a los bancos de la vasta capilla catedralicia, acompañado de no menos de veinte visitantes, varios de ellos munidos de cámaras fotográficas para registrar el evento. Marcial y solemne, un sexteto de granaderos recorrió un largo corredor catedralicio para relevar la guardia del sepulcro del creador de los granaderos y su fiel primo político Tomás Guido.
En Yapeyú compré un libro sobre el último cuarto de siglo de la vida de San Martín, que el Gran Capitán prefirió vivir en Europa. Promediando el decenio de 1820, San Martín comprendió que a él también le había llegado la hora del cambio de guardia. Como también le había llegado a los impertérritos granaderos apostados en el sepulcro sanmartiniano en la tarde de ayer. Quizá ese haya sido el gran mérito del Libertador: saber retirarse a tiempo y no creerse insustituible.




Tumba de San Martín (cambio de guardia)

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