domingo, 20 de julio de 2014

El afecto de los nietos

En su película La reina, de 2006, el cineasta británico Stephen Frears evoca la crisis abatida sobre la familia real inglesa en 1997 y provocada por el trágico fallecimiento de Lady Diana Spencer, ex esposa y madre de dos futuros monarcas ingleses. En el film de Frears, la asunción del premier laborista Tony Blair, interpretado por Michael Sheen, ayuda a la estirada monarca inglesa Isabel II, magistralmente encarnada por Helen Mirren, a superar su reticencia a los funerales públicos exigidos por muchos ingleses para la "Princesa del Pueblo". Isabel II funda su reticencia en el divorcio entre Lady Di y el príncipe Carlos, que desvinculara formalmente a Lady Di de la familia real inglesa. A instancias de Blair, Isabel II cede. La soberana, momentáneamente instalada en Escocia, autoriza finalmente los funerales públicos para su ex nuera, regresa a Londres en avión y, reinstalada en el Palacio de Buckingham, dirige un mensaje televisado a toda la nación inglesa, autodefiniéndose no sólo como la reina de Inglaterra, sino también como la abuela de los dos hijos de Diana y Carlos, abruptamente privados de la presencia materna a muy temprana edad. En una de las últimas escenas de la película de Frears, la esposa de Blair alude jocosamente a su marido como el "salvador de la monarquía". Pero, ciñéndonos a las palabras de Isabel II, la monarquía inglesa habría, en realidad, sido salvada por sus nietos, cuya estricta abuela paterna comprendió que no podía privarlos de un funeral digno para su madre.


Helen Mirren y Michael Sheen en La reina

El 31 de mayo de 1906, la princesa inglesa Victoria Eugenia, nieta de la reina Victoria I, desposó  al rey español Alfonso XIII, empalmando la monarquía inglesa con una monarquía hispana rescatada por nietos de monarcas en tres oportunidades. La primera oportunidad se consumó en 1516, cuando la muerte sin hijos vivientes o cuerdos de Fernando de Aragón allanó la conversión de su nieto Carlos de Habsburgo en el rey Carlos I de España, refrendada en 1519 con la conversión de Carlos en el Sacro Emperador Romano Germánico Carlos V. La consagración del nieto de los Reyes Católicos proporcionó, encarnada en la flamante dinastía hispano-habsburguesa, una potable sucesora para la extinguida dinastía trastámara. La segunda oportunidad se consumó en 1713, cuando la paz de Utrecht puso fin a la guerra de sucesión española y permitió convertir al duque Felipe de Anjou, nieto del monarca francés Luis XIV, en el rey Felipe V de España, proporcionando, corporizada en la flamante dinastía hispano-borbónica, una aceptable sucesora para la extinta dinastía hispano-habsburguesa. La tercera oportunidad se consumó en 1975, con la muerte del dictador vitalicio Francisco Franco, quien, en 1969, había anunciado formalmente su voluntad de ser sucedido por el futuro rey Juan Carlos I, nieto del Alfonso XIII destronado en 1931 por la proclamación de la malhadada Segunda República Española.


Carlos I


Felipe V


Juan Carlos I


El futuro monarca inglés Guillermo V y su hermano Harry

Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, salvó la monarquía española al extinguirse la dinastía trastámara. Felipe V, nieto de Luis XIV, salvó la monarquía hispana al extinguirse la dinastía hispano-habsburguesa. Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII, salvó la monarquía hispana al extinguirse la vida del Generalísimo Franco. En 1997, pese a su extrema juventud, el futuro monarca inglés Guillermo V y su hermano Harry, nietos de Isabel II, salvaron la monarquía inglesa al extinguirse la vida de Lady Di. El afecto de los nietos siempre será más fuerte que la frialdad de las leyes sucesorias monárquicas. Y fuera del ámbito monárquico, puede que aún más.

sábado, 19 de julio de 2014

La niña Máxima

Cuando Máxima Zorreguieta era una niña rica matriculada en un exclusivo colegio porteño, poco o nada presentiría seguramente de su futura adultez.  A lo sumo conjeturaría infantilmente sobre su porvenir, como muchos niños. Años después, Wim Wenders abriría sus Alas del deseo para desplegar la frase alemana Als das Kind Kind wahr... ("Cuando el niño era niño..."). Cuando el niño es niño, actúa como un niño, ignorando el pasado, viviendo el presente y limitando la planificación del futuro a su educación formal. El niño casi no tiene pasado que evocar, tal como el anciano no tiene ningún futuro que planificar. Evocar el pasado es cosa de adultos, en particular de adultos mayores. Planificar el futuro es cosa de adultos jóvenes y de mediana edad.
La niña Máxima Zorreguieta ni siquiera debía intuir que su padre era funcionario de una dictadura instaurada por militares posteriormente acusados de crímenes de lesa humanidad. La niña Máxima recibía una educación principesca bajo una dictadura acusada de promover la temprana deserción escolar de niños provenientes de hogares argentinos menos privilegiados que el hogar de los Zorreguieta.

 Los monarcas holandeses Máxima y Guillermo suscriben el libro de condolencias habilitado en Amsterdam con motivo del fallecimiento de los holandeses embarcados en el avión malayo derribado en Ucrania el 17 de julio de 2014

La niña Máxima debe haber presenciado, junto con sus padres, la derrota infligida por la Argentina a Holanda en la final del Mundial de Fútbol de 1978.  Pero lniña Máxima no debe haber presentido que el Mundial de Fútbol de 2014 la sorprendería convertida en reina de Holanda y madre de una futura monarca holandesa, en una monarca europea obligada a presenciar cómo un plantel futbolístico argentino relegaba a su rival holandés al tercer puesto en el magno certamen futbolístico disputado en el Brasil de 2014. 
Al presenciar la derrota futbolística holandesa de 1978, lniña Máxima no debe haber presentido que el inicio del siglo XXI la sorprendería desposando a un futuro rey de Holanda. Nada de eso debe haber presentido lniña Máxima, tal como lniña Letizia Ortiz jamás debe haber presentido que el niño Felipe de Borbón y Grecia, príncipe de la Asturias natal de Letizia, la convertiría algún día en princesa de Asturias, reina de España y madre de una futura reina española.
Al presenciar la derrota futbolística holandesa de 1978, lniña Máxima no debe haber presentido que el verano holandés de 2014 la sorprendería firmando, junto con su regio consorte, el libro de condolencias habilitado con motivo del trágico fallecimiento de los numerosos holandeses embarcados en un avión derribado sobre Ucrania y perteneciente a una aerolínea malaya afectada meses atrás por la misteriosa desaparición de otra de sus aeronaves. Cuando el niño es niño, actúa como un niño. Como los niños embarcados en los dos aviones malayos eliminados de las rutas aéreas en los últimos meses.


Bebé embarcado en el avión malayo abatido sobre Ucrania el 17 de julio de 2014
    

viernes, 18 de julio de 2014

Venganza póstuma de James Brooke

Sir James Brooke


Corría el frío invierno porteño de 1980. Yo tenía diez años. En julio de ese año, las autoridades del desaparecido Instituto Independencia me declararon apto para dejar su escuela de recuperación, frecuentada por mí desde marzo de 1977, y ser reubicado en el tercer grado de su escuela común, dos grados menos que lo que me hubiese correspondido por edad. No era poco mérito. A edades muy tempranas, ese logro me había costado tres años y cuatro meses de escolaridad diferenciada y las eclécticas psicoterapias intensivas impuestas a mi persona desde 1974.  Recibí el alta en la escuela de recuperación en vísperas del receso escolar invernal porteño de 1980. Para premiarme, mis abuelas decidieron llevarme a recorrer el Noroeste argentino junto con mi hermana de ocho años. Y mi padre decidió obsequiarme uno de los libros que, a principios del decenio de 1950, hicieran las delicias de mi progenitor a edades similares a la edad contada por mí en 1980.
El libro en cuestión era Los piratas de la Malasia, novela del escritor italiano decimonónico Emilio Salgari. Su principal protagonista era el célebre pirata malayo Sandokán. En septiembre de 1980, mi madre, fallecida en enero de 2014, emprendió, junto con mi padre, su primer periplo europeo, que incluyó una visita a la patria de Salgari, donde mis progenitores me compraron un muñeco caracterizado como Sandokán, que disparaba una pistola similar a las pistolas utilizadas por Sandokán en los relatos de Salgari. Aquel muñeco italiano disparaba una pistola mucho más inofensiva que las armas disparadas sin misericordia, contra sus propios compatriotas, por la dictadura procesista, soportada por mi patria desde el 24 de marzo de 1976. 
En Los piratas de la MalasiaSandokán lideraba una feroz batalla librada por bandas de piratas malayos contra el inglés sir James Brooke, primer rajá blanco de Sarawak y enemigo autodeclarado de la piratería malaya. En su novela, Salgari se apartaba de la verdad histórica al pintar un Brooke destronado por un Sandokán comprensiblemente deseoso de volver a tener un rajá malayo en Sarawak, objetivo inalcanzado, en los hechos reales, hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, del dominio inglés y de la ocupación japonesa, tras la cual Malasia devino en una nación independiente y absorbió Sarawak. La novela de Salgari estaba ambientada en 1856, lo cual significaba que los malayos aún deberían esperar casi un siglo para emanciparse definitivamente de sus gobernantes no malayos. Muchos años, muchos más años que los escasos tres años que deberíamos esperar los argentinos de 1980 para emanciparnos definitivamente de nuestros gobernantes  dictatoriales, periódicamente impuestos a nuestra patria desde el 6 de septiembre de 1930. Anthony Brooke, tatarasobrino de James Brooke y último rajá blanco de Sarawak, moriría en 2011, a la edad de 98 años.
En Los piratas de la MalasiaSalgari se apartaba de la verdad histórica. No se lo reprocho. Salgari era un literato y, por mucho que se documentase, jamás alcanzaría el rigor historiográfico exigible al historiador. En tiempos de Salgari no existía la Internet y, desde Italia, no era fácil documentarse sobre temas malayos.
Escribo estas líneas en el frío invierno porteño de 2014, 34 años después de mi egreso de la escuela de recuperación y mi primer contacto con la producción literaria de Salgari. Guardo mi ejemplar de Los piratas de la Malasia con la intención de obsequiárselo, en noviembre de 2021, a mi sobrino Nippur, quien, para entonces, tendrá la edad que teníamos mi padre y yo al descubrir a Salgari y su Sandokán.
Mientras escribo estas líneas, James Brooke parecería estar vengándose póstumamente, desde su tumba, por el imaginario destronamiento del primer rajá blanco de Sarawak, equívocamente postulado por Salgari en Los piratas de la Malasia y atribuido a Sandokán por el escritor italiano. El espectro de Brooke se vengó haciendo desaparecer misteriosamente, en marzo de 2014, un avión de la aerolínea malaya Malaysia Airlines. Ahora parece haberse vengado nuevamente con el derribo de una aeronave de la misma aerolínea sobre territorio ucraniano, atribuido a un misil ruso o ucraniano aparentemente destinado al avión del controversial presidente ruso Vladimir Putin, que regresaba de una gira sudamericana y atravesaría, instantes después, el espacio aéreo ucraniano, en su ruta hacia Moscú. James Brooke pertenecía a la cultura occidental actualmente adoptada o resistida por los pueblos eslavos, a los que pertenece Putin. El derribo del avión malayo refleja la tensión cultural Occidente-Oriente, persistente décadas después de una Segunda Guerra Mundial seguida por la masiva independización política de los antiguos dominios imperiales occidentales.



 






miércoles, 16 de julio de 2014

Borges y Menotti

Ayer, en una columna del matutino porteño La Nación, Fernando Laborda postulaba el inevitable regreso a la realidad posterior a la consagración de la Argentina como subcampeona mundial de fútbol en Brasil [1].
Volver a la realidad desde el Mundial 2014 implica, entre otras tantas cosas, considerar la reciente evacuación de 200.000 inundados paraguayos y 14.000 inundados argentinos. En abril de 2013, con el cardenal Jorge Mario Bergoglio recién convertido en el Papa Francisco, hubo porteños que hicieron cola con el auto en la Catedral Metropolitana, sede del arzobispado del nuevo pontífice, para donar colchones para los inundados de La Plata, capital de una de las provincias más ricas del país. El efecto Francisco beneficiaba a los castigados platenses.
El efecto Messi, en cambio, restó raudamente visibilidad mediática a los inundados paraguayos y del Nordeste argentino de 2014. Y también se la restó a los muchos  porteños que, seguramente, efectuaron donativos, durante el Mundial, para los inundados paraguayos y del Nordeste argentino de 2014seguramente más carenciados que los inundados platenses de 2013. Para los medios porteños, la principal noticia de esos días parecen haber sido los goles de Lionel Messi, que muchos formoseños deben haberse visto obligados a ver en centros de evacuación. Parece que a los porteños sólo nos asusta que se inunde Belgrano, que, pese a ser uno de los barrios porteños más ricos, sigue sin tener las óptimas defensas contra las inundaciones disfrutadas desde 1998 por La Boca, uno de los barrios porteños más pobres. 
Hubo argentinos que rompieron vidrieras y saquearon negocios para quejarse porque Argentina había salido subcampeón mundial de fútbol en vez de salir campeón. Como si el kiosquero de la esquina tuviera la culpa. Y eso que Argentina llevaba 24 años sin ser finalista de ningún mundial de fútbol. Y eso que en los últimos 36 años Argentina ha ganado dos campeonatos mundiales de fútbol y dos subcampeonatos.
Hubo argentinos que rompieron vidrieras y saquearon negocios para quejarse porque Argentina había salido subcampeón mundial de fútbol en vez de salir campeón. ¿Cómo deberían haber reaccionado los inundados paraguayos y del Nordeste argentino, obligados a embarrarse los pies en aguas lodosas, probablemente transitadas por animales peligrosos, mientras muchos argentinos parecían considerar que el futuro de su país dependía de cuánto barro juntaran los botines de Messi & Cía.en las canchas brasileñas?
¿Cómo deberían haber reaccionado esos inundados¿Incendiándole la casa a su presidente, a su gobernador, a su intendente, o algo peor...?
Existen males peores que salir subcampeón en vez de salir campeón. Y también existe la posibilidad de enfrentar esos males con altura moral, como lo han demostrado los miles de inundados paraguayos y del Nordeste argentino.
Salir subcampeón no es la muerte de nadie. Una inundación puede significar la muerte de muchos.
El Mundial no es la única noticia digna de ser seguida. Es difícil que los inundados paraguayos hayan estado pendientes de los partidos del Mundial de 2014Paraguay no había clasificado para el magno certamen futbolístico. muchos paraguayos deben haber perdido sus televisores en las recientes inundaciones guaraníes.
Y los medios meta hablar del Mundial... Como si el futuro de la Humanidad dependiera de 22 tipos corriendo detrás de una pelota...
Por algo el maestro Borges despreciaba el fútbol. Aunque no abandonase su habitual cortesía al recibir a su admirador archifutbolístico César Luis Menotti. Admiro el talento de Borges. No comparto su desprecio por el fútbol. Escribo estas líneas junto a un banderín de un Boca Juniors alguna vez dirigido por Menotti y contento del subcampeonato mundial obtenido por un plantel futbolístico alguna vez dirigido por el Flaco.
No comparto el desprecio de Borges por el fútbol, pero creo comprenderlo. Quizá Borges notara demasiada pasión futbolística entre sus compatriotas. Esa pasión excesiva nos permitió visualizar muy desmedidamente los goles de Messi y muy deficientemente los padecimientos de millares de inundados paraguayos y del Nordeste argentino.



Photobucket
César Luis Menotti posa junto a una fotografía recordatoria de su encuentro de 1978 con Jorge Luis Borges, celebrado poco después de la primera consagración de la Argentina como campeona mundial de fútbol, obtenida por un plantel futbolístico dirigido por Menotti 

Notas:

[1] Cf.http://www.lanacion.com.ar/1709962-volver-a-la-realidad#lf_comment=188760250

lunes, 14 de julio de 2014

Segundo premio

Otro Mundial quedó atrás. Esta vez, con Argentina finalista y subcampeona mundial por primera vez en 24 años.
No es poco honor. Ni tampoco poco logro. Como tampoco lo es ser compatriotas del actual Papa y de la actual reina de Holanda. Sin embargo, para muchos argentinos un subcampeonato mundial de fútbol parece saber a poco logro. Así lo trasuntaban las sombrías facciones de Lionel Messi al recibir su medalla de subcampeón mundial y premio al mejor jugador del Mundial.
Los argentinos deberíamos disfrutar más de nuestros logros. Un argentino nacido en 1991 jamás había visto a su patria llegar a finalista en un Mundial de Fútbol. No haber visto el oro en manos argentinas, en el Maracaná, no es motivo de tragedia nacional. A falta de pan, buenas son tortas. A falta de premio mayor, bueno es el segundo premio. Ser subcampeón mundial no es ninguna vergüenza. Aunque sea mayor mérito ser campeón.

Hincha argentino abrazado a un hincha alemán durante el Mundial de Fútbol de 2014 

sábado, 12 de julio de 2014

Sagrado Corazón

Días atrás decidí emplazar más destacadamente, en mi habitación, una añosísima imagen española del Sagrado Corazón de Jesús. Debe datar, como mínimo, de fines del siglo XIX, pues tocó suelo argentino a principios del siglo XX, portada por mi bisabuela madrileña Elisa Quilez, madre de mi abuela materna paraguaya Blanca Margarita Boismené, nacida en 1915 y llegada a la Argentina en 1921. Mi abuela, fallecida en mayo de 2000, heredó esa imagen de mi bisabuela. Mi madre, Elisa Blanca Facco, fallecida en enero de 2014, la heredó de mi abuela y no acepté que mi madre me legara en vida, considerando que mi progenitora, como su madre, debía tenerla consigo hasta su fallecimiento. El deceso de mi madre me obligó a entrar en posesión de una ibérica imagen de venerable antigüedad.
Mi bisabuela Elisa debe haber emigrado a la Argentina en vísperas de la proclamación del monarca español Alfonso XIII, oficializada el 17 de mayo de 1902. Diecisiete años y trece días después, se formalizaba la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, decretada por Alfonso XIII, cuyo biznieto acaba de ser proclamado rey de España bajo el nombre de Felipe VIMi bisabuela Elisa me legó su Sagrado Corazón a través de su hija y su nieta. A través de su hijo Juan y su nieto Juan Carlos I, Alfonso XIII legó a Felipe VI una España situada bajo la advocación del Sagrado Corazón. Quiera el Sagrado Corazón bendecir el reinado de Felipe VI, iniciado en circunstancias harto complejas para la patria de la añosísima imagen actualmente emplazada en mi humildísimo habitáculo porteño.


Alfonso XIII consagra a España al Sagrado Corazón de Jesús (30.05.1919)

domingo, 6 de julio de 2014

Sistema de pupilaje



Immanuel Kant (painted portrait).jpg

Immanuel Kant

En vísperas de la declaración de independencia, el general José de San Martín, gobernador-intendente de Cuyo, remitía estas palabras a Godoy Cruz, diputado por Cuyo en el Congreso de Tucumán: 
"¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo? (...) Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas."

A los argentinos (o como nos llamáramos antes de llamarnos así) siempre parece habernos costado declararnos independientes y proceder responsablemente como tales. Parece gustarnos ser menores de edad y que sea otro quien se responsabilice por nosotros, o nos haga creer que se responsabiliza por nosotros, aunque nos mienta descaradamente, como la dictadura procesista. En estas latitudes siempre parece caer en saco roto el atendible consejo kantiano del Sapere aude! (¡Ten el valor de servirte de tu propia inteligencia!). Se ve que Immanuel Kant no era muy leído por los ilustrados rioplatenses. 
Kant murió el 12 de febrero de 1804. El 25 de octubre de 1817 el Congreso General Constituyente rioplatense lamentaba, desde  Buenos Aires, que los nativos de estas latitudes no hubiesen tenido el coraje demostrado por los suizos del siglo XIV al pronunciarse contra el Sacro Imperio Romano Germánico, cuya corona ceñiría, en el siglo XVI, el rey Carlos I de España, coronado Sacro Emperador Romano Germánico bajo el nombre de Carlos V y devenido a temprana edad en uno de los primeros monarcas españoles con potestad sobre territorios americanos. Los constituyentes rioplatenses de 1817 lamentaban que los nativos de estas latitudes no hubiesen tenido el coraje demostrado por los holandeses de los siglos XVI y XVII de pronunciarse contra la dominación española sobre los Países Bajos. Los constituyentes rioplatenses de 1817 lamentaban que los nativos de estas latitudes no hubiesen visto la posibilidad de una independencia rioplatense en la guerra de sucesión española, las Invasiones Inglesas y la ingerencia franco-napoleónica en la Península Ibérica. Los miembros de la Primera Junta juraron sus altos cargos arrodillados ante el retrato de Fernando VII, pensando cándidamente que el hijo de Carlos IV se mostraría magnánimo con sus súbditos rioplatenses cuando recobrara el trono usurpado por los Bonaparte.

A los argentinos (o como nos llamáramos antes de llamarnos así) siempre parece habernos gustado el sistema de pupilaje deplorado por San Martín. Pero los colegios de pupilos eran mucho más comunes en la Argentina de la primera mitad del siglo XX que en esta Argentina de la primera mitad del siglo XXI. Y el pupilaje vitalicio ni siquiera era admitido en la época dorada del pupilaje argentino, magníficamente evocada por David Viñas en su novela Un dios cotidiano, ambientada en un internado católico porteño del decenio de 1930. Algún día se salía, gustara o no al pupilo, del sistema de pupilaje. 
La inminente conmemoración de la Declaración de Independencia debería estar presidida por una solemne consigna de superación definitiva del sistema de pupilaje, máxime considerando el reciente cambio de titularidad de una corona española impuesta durante tres siglos a estas latitudes. Hace poco, el monarca español Juan Carlos I, chozno de Fernando VII, asumió públicamente, al abdicar la corona hispana, que su hijo, el príncipe Felipe de Asturias, ya tenía edad y madurez suficientes para convertirse en el rey Felipe VI de España. El crecimiento de una nación y su sociedad no debe limitarse al plano material. Todo crecimiento material es una burla sin el mejoramiento de las costumbres.


Ceferino, en la parte superior de la foto y Carlos Gardel, cuando compartie-ron la misma escuela en Buenos Aires.
Ceferino Namuncurá y Carlos Gardel pupilos en el colegio salesiano porteño Pío IX (c.1901)