domingo, 24 de agosto de 2014

Margarito

Durante mi reciente viaje al nordeste argentino y sudeste paraguayo, no me privé de degustar platos típicos. Volví a la Reina del Plata habiendo disfrutado del surubí, del pacú, del dorado, del chipá, del chipá guasú, de la empanada de charque, de la provoleta de leche de búfala, de la sopa paraguaya, del yogur de coco. Lamento no haber podido degustar la corvina de agua dulce promocionada en la localidad formoseña de Herradura. Pero me negué tajantemente a degustar la carne de yacaré, despreocupadamente comercializada en forma de escabeche, empanada o fritura, sobre todo en Formosa. Me privé de degustar la carne de yacaré sin privarme de reprochar vivamente a los formoseños su despreocupada promoción del consumo de carne de yacaré, aunque algún formoseño arguyese que era carne de yacaré de criadero y no de yacarés ultimados a escopetazos en su medio ambiente natural.
El destino del yacaré es tan respetable como el destino de cualquier otro ser vivo, humano o no. El destino de la vaca, cerdo, cordero, pollo, conejo, pato y ternera es alimentar seres humanos. El destino del yacaré no es alimentar seres humanos, ni ser exhibido en jardines zoológicos, sino permanecer de por vida en su medio ambiente natural. Siempre me asustaron los yacarés, cocodrilos, caimanes y otros bichos por el estilo. Pero me estremeció ver que los formoseños comían empanadas de yacaré como si fuesen esas empanadas de jamón y queso tan apetecidas por mi amigo Pablito. 
En el Parque Nacional Iguazú, los inofensivos ositos coatíes correteaban alegremente junto a los niños que visitaban las célebres cataratas argentino-brasileñas. Algunos de esos niños debían tener la misma edad que tenía yo al entretenerme con películas y discos de Margarito Tereré, aquel simpático yacaré ficticio que amenizase la infancia de argentinos como quien les habla, nacido en 1970. Ningún misionero me ofreció escabeche de coatí ni ninguna otra ridiculez por el estilo. Me conformé con un coatí tallado en madera por un artesano misionero apostado junto a mi hotel de Puerto Iguazú, que me lo vendió para mi sobrino de 33 meses.
Abstenerme de carne de yacaré en Formosa fue mi forma de homenajear a Margarito, cuya recordación permitiría entender que el yacaré no constituye un peligro para la Humanidad respetuosa del destino natural de los seres vivos. 


   
Jovita Díaz con Margarito Tereré en la película argentina Margarito aventurero (1978)
  

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