sábado, 23 de agosto de 2014

Capital imperial

El 25 de julio de 1822, el general José de San Martín desembarcaba en Guayaquil para su histórica entrevista con Simón Bolívar. El coronel porteño Manuel Rojas integraba la comitiva sanmartiniana. ¿De qué país es usted?, preguntó Bolívar a Rojas. Tengo el honor de ser de Buenos Aires, replicó Rojas. Bien se conoce por el aire altanero que representa, comentó Bolívar.
San Martín era correntino. Hace dos siglos era designado gobernador-intendente de Cuyo, cuyos nativos brindaron desinteresadamente su apoyo a la nobilísima  causa emancipadora sanmartiniana. 
Aunque generoso, el aporte cuyano era insuficiente para afrontar los ingentes costos materiales de la expedición libertadora. Dicha insuficiencia obligó a San Martín a la buena voluntad de las demás Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyo Director Supremo, Juan Manuel de Pueyrredón, aunque amigo de San Martín, no podía reprimir sus porteñísimos aspavientos ante las continuas solicitudes sanmartinianas de ayuda material, por muy loables que fuesen sus motivos. Pueyrredón puso el grito en el cielo cuando San Martín le pidió medio millón de pesos de la época para armar la escuadra libertadora destinada al Perú, arguyendo que sólo reuniría esa suma llenando "cárceles de capitalistas".
Si San Martín hubiese sido porteño, ¿habría promovido sus campañas libertadoras? De haber gobernado porteños, ¿habría logrado que sus gobernados colaborasen evitando gestos quisquillosos?
En 1824 el correntino San Martín podría haber emigrado a Europa, con su hija mendocina, lleno de resentimiento contra los porteños. Sin embargo, pidió ser sepultado en Buenos Aires, cuando sus restos hoy bien podrían descansar en Yapeyú, junto a los restos mortales de sus hispánicos progenitores. Las quejas pueyrredonianas contra los mangazos sanmartinianos no impidieron que el Libertador solicitase ser inhumado en un suelo porteño hollado por San Martín en 1812, cuando la Reina del Plata ya no era la capital virreinal y aún faltaban 162 años para que André Malraux la definiera como la capital imperial de un imperio inexistente. No es casual que la bandera porteña aún ostente el águila imperial de los Habsburgo.




La bandera porteña en el Obelisco

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