lunes, 1 de septiembre de 2014

Cada día te perdono mejor

Carlos Gardel no llegó a presenciar el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuyo 75º aniversario se conmemora en el día de la fecha. Murió cuatro años antes, al estrellarse un avión abordado por Gardel en la ciudad colombiana de Medellín y similar a los aviones militares alemanes impiadosamente lanzados contra la indefensa Polonia de 1939. Murió cuatro años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, promovido por un Adolf Hitler magistralmente parodiado, en la película El gran dictador, por un Charles Chaplin amistosamente tratado por Gardel en sus giras artísticas europeas. 
Gardel no llegó a presenciar el estallido de la Segunda Guerra Mundial y, al estallar la primera, empezaba a hacerse un nombre como cantante profesional en la Argentina, muy lejos de los campos de batalla europeos. Gardel nunca pareció tener mucho aprecio por las acciones militares. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Gardel aún era ciudadano francés y podría haber sido arrestado en el París de posguerra, frecuente destino artístico del Zorzal, por no haber prestado servicios militares obligatorios por ley en Francia, ni antes de la Gran Guerra ni durante el sangriento conflicto mundial estallado en 1914. Tampoco había prestado los servicios militares obligatorios por ley, desde 1901, en la Argentina, patria adoptiva del Mudo. En 1923 Gardel quería adoptar la ciudadanía argentina. ¿Cómo lograrlo sin una constancia formal de excepción a los servicios militares franceses y argentinos? Conozco dos explicaciones al respecto. 
Una de ellas asegura que el Morocho del Abasto se vio favorecido por la intercesión de Marcelo Torcuato de Alvear, quien parece haber admirado grandemente al Mudo y que, al naturalizarse Gardel, ocupaba constitucionalmente la primera magistratura argentina, tras las intachables elecciones presidenciales argentinas de 1922. Según esa explicación, el gesto de Alvear habría sido objetado por su ministro de Guerra, coronel Agustín P.Justo, cuya puntillosidad respecto de las leyes militares no le impediría, nueve años después, instalarse en el Sillón de Rivadavia sin observar las leyes electorales con similar puntillosidad. Justo habría señalado a Alvear la imposibilidad de naturalizar a Gardel sin una constancia formal de excepción al servicio militar obligatorio argentino, que, según Justo, no se podía inventar. Fraguar un prontuario militar de Gardel sonaba ofensivo para un Justo posteriormente impuesto en elecciones presidenciales fraguadas y aparentemente incapaz de percibir que la invaluable voz del Zorzal servía infinitamente mejor a la patria adoptiva de Gardel que un rifle empuñado por el MudoAlvear habría vencido la reticencia de Justo arguyendo que un prontuario militar no se podía inventar, pero sí perder. Alvear habría indicado a Justo que dijera que se había extraviado el prontuario militar argentino de Gardel y que emitiera un segundo prontuario militar argentino del Mudo, con una constancia formal de excepción al servicio militar obligatorio argentino.
Otra explicación, más conocida, asegura que el Zorzal había conseguido que dos personas testificaran que Gardel había nacido en 1887 en Tacuarembó, ciudad perteneciente a un Uruguay sin servicio militar obligatorio, y no en la ciudad francesa de Toulouse en 1890, que era donde y cuando había nacido, en rigor de verdad, el Morocho del Abasto. Se ve que algún funcionario mordió el anzuelo y expidió una carta de ciudadanía uruguaya en beneficio de Gardel, quien, oficialmente registrado como compatriota de su partenaire José Razzano, logró sortear las horcas caudinas castrenses franco-argentinas y obtener su ansiada ciudadanía argentina.
En 1932, Gardel estrenaba el tango Silencio, con letra de Alfredo Le Pera y Horacio Petorossi y música de Gardel y Petorossi.  Gardel había concebido Silencio al contemplar la tumba de cinco hermanos franceses caídos en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Gardel no había querido combatir en la Gran Guerra ni ser un conscripto francés o argentino. Había sido baleado por un niño bien argentino a principios de su carrera artística. Silencio es un emocionante alegato musical antibélico. Curiosamente, fue firmado por el mismo Gardel que, en 1930, había comparado, en su tango Viva la Patria, el infame derrocamiento del presidente constitucional Hipólito Yrigoyen (predecesor, sucesor y correligionario de Alvear) con la mucho más justificable Revolución de Mayo. El nacimiento del golpismo argentino parecía ser, según Gardel, tan rescatable como el nacimiento de la patria argentina, habitualmente ubicado en el 25 de mayo de 1810. A Gardel parece haberle parecido más lícito empuñar armas para derrocar gobiernos legítimos que empuñarlas en el frente bélico u obligar a ciertos ciudadanos a empuñarlas durante una conscripción felizmente abolida en la Argentina a fines del siglo mortuorio del Zorzal.  
Pero existen factores atenuantes a favor de Gardel. Políticamente hablando, el argentino del periodo golpista de 1930-1976 no pensaba como el argentino posterior a la restauración democrática definitiva de 1983, convencido del carácter desaconsejable del golpismo por los graves perjuicios ocasionados al país por la dictadura procesista. Gardel no había sido ciudadano argentino hasta 1923 y no era político, sino cantante. No tenía por qué ser una lumbrera en materia política. Muchos políticos profesionales no lo son y, así y todo, tienen votantes.
Descansá en paz, Carlitos. Moriste en 1935, cuando muchos argentinos parecían pensar que a su país no le hacían mal el golpismo y el fraude electoral. Moriste mucho antes de las eras neoliberales argentinas de 1976-1983 y 1989-2001, cuando muchos argentinos parecían pensar que a su país no le hacía mal el neoliberalismo. Descansá en paz, Carlitos. Errar es humano y las circunstancias históricas y sus protagonistas no siempre revisten las mismas características.
Descansá en paz, Carlitos. Nací 35 años después de tu trágico deceso y tengo la misma edad que tenías al morir en Medellín, pero aún hoy me conmueve tu voz, que me basta y sobra para perdonarte tus errores y pecados.
Descansá en paz, Carlitos. Cada día te perdono mejor.




Carlos Gardel con Charles Chaplin (c.1931)

   

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