viernes, 5 de septiembre de 2014

La vida del arriero

En muchos casos, la muerte se circunscribe al plano físico. La tragedia de Gustavo Cerati fue la tragedia de los seres humanos destinados a morir tanto física como espiritualmente, con el agravante de que la muerte espiritual puede adelantarse mucho a la muerte física y, en el caso de Cerati, se adelantó mucho a la edad lógica para cualquier defunción.
Cuatro años de coma ininterrumpido precedieron la muerte física de Cerati. Sólo la muerte física podía terminar con su cuadro comatoso, asesino inmisericorde de la espiritualidad de Cerati.
"La muerte que es de todos/Arreó con el riojano", escribió Jorge Luis Borges en su poema sobre el asesinato de Facundo Quiroga.  La muerte es algo que debemos aprender a aceptar y procesar como adultos. En algún momento el arriero de la muerte arrearía con Gustavo Cerati. Ayer fue ese momento. Como decían Osvaldo Rocha y Carlos Montbrun Ocampo en su clásica cueca chileno-cuyana Las dos puntas"Vida triste/Vida alegre/Es la vida del arriero/Penitas en el camino/Y risa al final del sendero". En casos como el de Cerati, la muerte tiene un rescatable componente liberador para el difunto y sus deudos. Risa y dicha pueden ser sinónimos. Tras cuatro años de penoso camino hacia la muerte liberadora, Cerati encontró la dicha de la liberación al final del tortuoso sendero vital de la Humanidad.


Gustavo Cerati actuando en River en 2007

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