domingo, 2 de febrero de 2014

Nobleza de toga republicana

Juez Carlos Fayt
En la Francia del siglo XV, superadas la Guerra de los Cien Años y la Peste Negra, la autoridad real se había acrecentado notoriamente en detrimento del prestigio e influencia de la nobleza tradicional francesa (conocida como noblesse d'épée o "nobleza de espada"). El acrecentamiento de la influencia real acrecentó las necesidades fiscales de la Corona francesa, con la consiguiente venta de cargos públicos con chances de ennoblecimiento vitalicio y hereditario. La venta de cargos públicos se volvió moneda corriente en la Francia de los siglos XVI y XVII, con el consiguiente advenimiento de una noblesse de robe (o "nobleza de toga"), particularmente  gravosa para una Corona francesa frecuentemente obligada a eximir de impuestos a la nueva aristocracia.
En la Argentina de los siglos XIX a XXI, se suscitaría un fenómeno similar. En 1880, con la primera asunción presidencial del militar profesional Julio Argentino Roca, se consolidó la posición socioeconómica y política de una nueva clase dominante, comúnmente conocida como "la oligarquía". La coexistencia de militares y juristas en su seno motivó la contemporaneidad de las noblezas de espada y toga en su versión republicana argentina.
La nobleza de espada republicana argentina vería falsamente acrecentada su relevancia social con el advenimiento del golpismo, aparecido en escena en 1930, cuando el general José Félix Uriburu derrocó y reemplazó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen. Esa nobleza de espada reaparecería reiteradamente en la escena pública argentina durante el siguiente medio siglo. A mediados del decenio de 1980, el desastroso resultado de la experiencia procesista motivó el incipiente y progresivo desprestigio social de la nobleza de espada republicana argentina.
El desennoblecimiento de la nobleza de espada republicana argentina no se vería acompañado del desennoblecimiento de la nobleza de toga republicana argentina. En una Argentina con funcionarios ejecutivos y legislativos electivos con mandatos acotados, sigue siendo común encontrar funcionarios judiciales no electivos y aparentemente vitalicios, como lo revela claramente el juez Carlos Fayt, quien acaba de celebrar su nonagesimosexto cumpleaños en pleno ejercicio de un ministerio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que, teóricamente, debió haber jubilado hace 21 años, al cumplir la edad que obliga a todo arzobispo u obispo a elevar su renuncia al Papa. Pero parece que la nobleza de toga republicana argentina sólo está obligada a rendir cuentas ante Dios.     

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