domingo, 1 de junio de 2014

La máscara de Fernando VII[1]



Castillo de Valençay, Francia, viernes 25 de mayo de 1810.   En su lujosa prisión, el monarca español Fernando VII humedece su pluma para deshacerse en ditirámbicas adulaciones epistolares remitidas a su carcelero Napoleón I, quien, según León Tolstoi[2], advirtiera severamente contra quienes osasen tocar la diadema imperial conferida por el Señor a un Gran Corso autocoronado ante un Pío VII limitado por Bonaparte a bendecir el Primer Imperio[3]. Mucho dista Fernando VII de predecir que Roma, ciudad habitada por el Papa Pío VII, también será la ciudad mortuoria asignada por Fernando VII a su padre Carlos IV y por la Segunda República Española a su biznieto Alfonso XIII. Mucho dista Fernando VII de predecir que el París habitado por Napoleón I también será la ciudad mortuoria que los avatares de la política española impondrán a su hija Isabel II. Fernando VII no ignora que su pluma no sólo produce obsecuentes epístolas para Napoleón I, sino también misivas menos obsequiosas para el príncipe Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII. Pero mucho dista Fernando VII de predecir que Carlos María Isidro disputará fieramente el trono español a su pequeña sobrina Isabel II[4].
Fernando VII firma su obsecuente misiva a Napoleón I. Se dispone a lacrarla con su suntuoso anillo de sello cuando un criado de librea le anuncia la visita del príncipe Luis Bonaparte, hermano de Napoleón I, quien pronto dejará de ser el rey impuesto por Napoleón I a los holandeses bajo el nombre de Luis I. Le preceden su pequeño hijo Carlos Luis Napoleón Bonaparte, la gobernanta del niño y un criado de librea portando un obsequio de Napoleón I para Fernando VII. Fernando VII se muestra encantado ante el pequeño Carlos Luis Napoleón. Mucho dista Fernando VII de predecir que tiene ante sí al futuro emperador francés Napoleón III, quien alguna vez intentará conferir al archiduque vienés Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador austríaco Francisco José I, ese imperio mexicano jamás heredado por Fernando VII y arrebatado por el monarca hispano-habsburgués Carlos I, antepasado de Maximiliano de Habsburgo, al emperador azteca Moctezuma II. Mucho dista Fernando VII de predecir que Napoleón III asilará en Francia a la destronada primogénita de Fernando VII.
A instancias de su padre, Carlos Luis Napoleón sostiene el presente de su tío Napoleón I para Fernando VII y se lo entrega a su augusto destinatario. El obsequio en cuestión resulta ser una máscara sudanesa traída por Napoleón I de Egipto. En su carta a Napoleón I, Fernando VII agradece el presente en una posdata agregada en un francés similar al catalán empleado en un condado barcelonés destinado a recaer en un tataranieto de Fernando VII llamado Juan de Borbón, quien nunca podrá convertirse en el rey Juan III de España[5].
Se retiran las visitas. En una casa vecina, una niña francesa de buena cuna recibe su lección particular de guitarra. Los acordes recuerdan a Fernando VII la dulzura de las guitarras estiladas en una Andalucía destinada, más de setenta años después, a presenciar el nacimiento de un niño malagueño llamado Pablo Picasso, destinado a una brillantísima carrera artística y a experimentar con máscaras africanas similares a la máscara obsequiada a Fernando VII por su augusto carcelero. Picasso llegará a París seis años después del deceso de la primogénita de Fernando VII en la capital francesa. Pero mucho dista Fernando VII de predecir tales sucesos, que él nunca presenciará. Mucho dista Fernando VII de predecir que la máscara de Fernando VII será el mote conferido por ciertos historiadores al gobierno que ciertos señores afirman, en ese viernes 25 de mayo de 1810, estar asumiendo, en el Cabildo porteño, en nombre del ilustre huésped de Valençay.

   

Máscara africana perteneciente a la Cultura Fang y similar a las estudiadas por Pablo Picasso en el París de principios del siglo XX



[1] Los hechos referidos en este escrito no son enteramente históricos. (N.del a.)

[2] Según Tolstoi, el emperador francés Napoleón I, coronado en París el 2 de diciembre de 1804, recibió la corona imperial con la frase Dieu me la donne, gare à qui la touche (“Dios me la dona, guay de quien la toca”).  Cf.TOLSTOI, L., Guerra y paz, Barcelona, Nauta, 1971, vol.1, p.21. (N.del a.)

[3] En 1808, Napoleón I había invadido España y obligando a los monarcas hispanos Carlos IV y Fernando VII a abdicar la corona española en beneficio de José Bonaparte, hermano de Napoleón I, proclamado rey de España e Indias bajo el nombre de José I. Napoleón I había encarcelado a Fernando VII en el castillo francés de Valençay. La invasión francesa de España suscitó una dura resistencia por parte del pueblo español. En 1813, Napoleón I restituyó el trono español a Fernando VII. En 1815, la caída definitiva de Napoleón I consolidó el proyecto absolutista de Fernando VII, quien ocupó el trono español hasta su muerte en 1833. (N.del a.)

[4] En 1713, el monarca español Felipe V, nieto del rey francés Luis XIV, promulgó la denominada Ley Sálica, que prohibía que una mujer fuese reina gobernante de España (sólo se le permitía ser reina consorte). En 1830, Fernando VII, biznieto de Felipe V, promulgó, acuciado por su falta de descendencia masculina, la denominada Pragmática Sanción, propuesta en 1789, al empezar el reinado de Carlos IV, y carente de vigor hasta 1830. La promulgación de la Pragmática Sanción permitió proclamar a la infanta Isabel de Borbón, primogénita de Fernando VII, como futura reina de España. Carlos María Isidro negó la validez de la Pragmática Sanción y libró las denominadas guerras carlistas con la intención de disputar el trono español, finalmente conferido en 1844 a Isabel II, nacida en 1830. En 1868, Isabel II fue destronada por la denominada Revolución Gloriosa, residiendo gran parte de sus restantes años de vida en París, donde falleció en 1904. (N.del a.)

[5] Alusión al conde Juan de Barcelona, padre del actual monarca español Juan Carlos I, a quien el dictador Francisco Franco desconoció sus derechos sucesorios sobre la corona española, finalmente abdicados por don Juan en beneficio de su hijo. (N.del a.)

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