viernes, 18 de julio de 2014

Venganza póstuma de James Brooke

Sir James Brooke


Corría el frío invierno porteño de 1980. Yo tenía diez años. En julio de ese año, las autoridades del desaparecido Instituto Independencia me declararon apto para dejar su escuela de recuperación, frecuentada por mí desde marzo de 1977, y ser reubicado en el tercer grado de su escuela común, dos grados menos que lo que me hubiese correspondido por edad. No era poco mérito. A edades muy tempranas, ese logro me había costado tres años y cuatro meses de escolaridad diferenciada y las eclécticas psicoterapias intensivas impuestas a mi persona desde 1974.  Recibí el alta en la escuela de recuperación en vísperas del receso escolar invernal porteño de 1980. Para premiarme, mis abuelas decidieron llevarme a recorrer el Noroeste argentino junto con mi hermana de ocho años. Y mi padre decidió obsequiarme uno de los libros que, a principios del decenio de 1950, hicieran las delicias de mi progenitor a edades similares a la edad contada por mí en 1980.
El libro en cuestión era Los piratas de la Malasia, novela del escritor italiano decimonónico Emilio Salgari. Su principal protagonista era el célebre pirata malayo Sandokán. En septiembre de 1980, mi madre, fallecida en enero de 2014, emprendió, junto con mi padre, su primer periplo europeo, que incluyó una visita a la patria de Salgari, donde mis progenitores me compraron un muñeco caracterizado como Sandokán, que disparaba una pistola similar a las pistolas utilizadas por Sandokán en los relatos de Salgari. Aquel muñeco italiano disparaba una pistola mucho más inofensiva que las armas disparadas sin misericordia, contra sus propios compatriotas, por la dictadura procesista, soportada por mi patria desde el 24 de marzo de 1976. 
En Los piratas de la MalasiaSandokán lideraba una feroz batalla librada por bandas de piratas malayos contra el inglés sir James Brooke, primer rajá blanco de Sarawak y enemigo autodeclarado de la piratería malaya. En su novela, Salgari se apartaba de la verdad histórica al pintar un Brooke destronado por un Sandokán comprensiblemente deseoso de volver a tener un rajá malayo en Sarawak, objetivo inalcanzado, en los hechos reales, hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, del dominio inglés y de la ocupación japonesa, tras la cual Malasia devino en una nación independiente y absorbió Sarawak. La novela de Salgari estaba ambientada en 1856, lo cual significaba que los malayos aún deberían esperar casi un siglo para emanciparse definitivamente de sus gobernantes no malayos. Muchos años, muchos más años que los escasos tres años que deberíamos esperar los argentinos de 1980 para emanciparnos definitivamente de nuestros gobernantes  dictatoriales, periódicamente impuestos a nuestra patria desde el 6 de septiembre de 1930. Anthony Brooke, tatarasobrino de James Brooke y último rajá blanco de Sarawak, moriría en 2011, a la edad de 98 años.
En Los piratas de la MalasiaSalgari se apartaba de la verdad histórica. No se lo reprocho. Salgari era un literato y, por mucho que se documentase, jamás alcanzaría el rigor historiográfico exigible al historiador. En tiempos de Salgari no existía la Internet y, desde Italia, no era fácil documentarse sobre temas malayos.
Escribo estas líneas en el frío invierno porteño de 2014, 34 años después de mi egreso de la escuela de recuperación y mi primer contacto con la producción literaria de Salgari. Guardo mi ejemplar de Los piratas de la Malasia con la intención de obsequiárselo, en noviembre de 2021, a mi sobrino Nippur, quien, para entonces, tendrá la edad que teníamos mi padre y yo al descubrir a Salgari y su Sandokán.
Mientras escribo estas líneas, James Brooke parecería estar vengándose póstumamente, desde su tumba, por el imaginario destronamiento del primer rajá blanco de Sarawak, equívocamente postulado por Salgari en Los piratas de la Malasia y atribuido a Sandokán por el escritor italiano. El espectro de Brooke se vengó haciendo desaparecer misteriosamente, en marzo de 2014, un avión de la aerolínea malaya Malaysia Airlines. Ahora parece haberse vengado nuevamente con el derribo de una aeronave de la misma aerolínea sobre territorio ucraniano, atribuido a un misil ruso o ucraniano aparentemente destinado al avión del controversial presidente ruso Vladimir Putin, que regresaba de una gira sudamericana y atravesaría, instantes después, el espacio aéreo ucraniano, en su ruta hacia Moscú. James Brooke pertenecía a la cultura occidental actualmente adoptada o resistida por los pueblos eslavos, a los que pertenece Putin. El derribo del avión malayo refleja la tensión cultural Occidente-Oriente, persistente décadas después de una Segunda Guerra Mundial seguida por la masiva independización política de los antiguos dominios imperiales occidentales.



 






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