miércoles, 16 de abril de 2014

Cuentas de ovario

¡Saquen sus rosarios/de nuestros ovarios!, bramaban semanas atrás feministas abortistas izquierdistas apostadas ante la Catedral Metropolitana. Yo emergía en esos instantes de la estación Bolívar del subte E y temí que las indignadas manifestantes me hostilizasen al verme persignarme ante la Catedral y la iglesia de San Ignacio, que yo debía bordear en el trayecto peatonal comprendido entre la cabecera del subte E y mi domicilio particular. Afortunadamente, el trayecto peatonal de las rabiosas manifestantes difería del mío. Y, en una democracia, debe haber tanto espacio para las abortistas como para los católicos practicantes.
Al evocar su exilio alemán del decenio de 1970, Osvaldo Bayer manifestó haberse sentido tentado de invitar a los transeúntes berlineses más añosos a un vaso de vino y preguntarles qué habían hecho durante el nazismo. Al pasar cerca de las furibundas abortistas de Plaza de Mayo, quizá me hubiese gustado invitarlas a un café (las costumbres argentinas suelen ser más analcohólicas que las europeas) y decirles que, aunque yo me considerase católico y me enorgulleciera ser compatriota del papa Francisco, antiguo habitante de la Catedral, yo no podía sino estar plenamente de acuerdo con su postura, mal que les pese a los católicos más cerrados.
Un maravilloso proverbio anglófono nos insta saludablemente a ocuparnos de nuestros propios asuntos. Los rosarios son asunto de católicos practicantes. Los ovarios son asunto de mujeres y médicos.
Juan Pablo II, próximo a ser canonizado por Francisco, instaba a formar cadenas más fuertes que el odio y la muerte. Un rosario con cuentas de ovario constituiría la síntesis perfecta de las posturas confrontadas junto a la Catedral en el atardecer evocado en estas líneas pascuales.

Cartel abortista catalán con rosario múltiple de ovarios artificiales, exhibido contra la visita efectuada a España en noviembre de 2012 por el papa Benedicto XVI, que abdicaría pocos meses después

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