martes, 1 de abril de 2014

Pro patria texere

En 1987, María Elena Walsh prologaba un castellanizado epistolario anglófono, posteriormente incorporado como apéndice a su delicioso volumen autobiográfico Novios de antaño y principalmente producido por su abuela paterna inglesa Agnes Hoare, emigrada a Buenos Aires y secundada por su familia anglo-argentina al cartearse con su parentela británica entre 1872 y 1899. Al prologar su epistolario familiar, Walsh evocó su visita de 1954 a Maggie, su robusta y nonagenaria tía abuela escocesa de Londres, quien, según su sobrina nieta argentina, se había pasado dos guerras mundiales tejiendo para los soldados británicos.
El epistolario prologado por Walsh concluía en 1899, año natal de un Jorge Luis Borges empapado desde tempranísima edad de la exhaustiva cultura británica de su longevísima abuela paterna Frances Anne Haslam de Borges, tan inglesa como Agnes Hoare. Maggie, cuñada de Agnes, debía haber empezado a tejer para los soldados británicos al estallar la Primera Guerra Mundial. Mientras la Gran Guerra excitaba las agujas de Maggie, el niño Julio Cortázar reclamaba cuidados maternos, que quizá incluyesen ropas tejidas para el futuro escritor por su madre. En 1914, año natal de Cortázar, aún faltaban dieciséis años para el nacimiento de María Elena Walsh y alrededor de tres décadas para que Borges recibiera la visita de un Cortázar apropincuado a una revista literaria integrada por Borges, a quien Cortázar confiaría exitosamente el manuscrito de su cuento Casa tomada, protagonizada por una mujer llamada Irene, amante del tejido y obligada con su hermano a abandonar el caserón heredado de sus mayores y súbitamente invadido por intrusos.
En 1938, con la Segunda Guerra Mundial preanunciada por la ocupación alemana de Austria,  Mario Soffici, al estrenar su película Kilómetro 111, bien puede haber instruido al joven Cortázar.  En el film de Soffici, Pepe Arias encarna a Ceferino, un hombre buenazo cesanteado por una compañía ferroviaria británica por el presunto incumplimiento de sus obligaciones de jefe de una estación ferroviaria rural. Convocado a Buenos Aires a rendir cuenta ante sus superiores, Ceferino efectúa pintorescamente su fútil descargo a espaldas de un mapa ferroviario de la Argentina. Al enfocar el mapa, la cámara de Soffici se posa sugestivamente sobre esa eterna casa tomada argentina presuntamente encarnada en el archipiélago malvínico, cuya ocupación ilegal británica alcanzase su centenario en 1933, incitando a Alfredo Palacios a promover exitosamente la castellanización del texto francófono dedicado a las Malvinas por el Paul Groussac de 1910.
Kilómetro 111 bien puede haber entretenido los ocios infantiles de una María Elena Walsh procreada por el funcionario ferroviario anglo-argentino Enrique Walsh, orgullosísimo de su británica prosapia y del origen inglés de su empleador y fervorosamente alineado, durante la Segunda Guerra Mundial, con unos Aliados probablemente abrigados por los tejidos caseros de Maggie. Asumamos que la producción textil de la tía abuela de María Elena Walsh no tuvo el triste destino que, según se dice, tuvieron, entre otros donativos, los tejidos producidos por las agujas empuñadas junto al Obelisco, durante la Guerra de Malvinas, por señoras voluntariamente reunidas para tejer prendas de abrigo destinadas a los soldados argentinos y probablemente retenidas por unos jefes militares no siempre humanitarios. Dulce et decorum est pro patria texere ("Es dulce y honorable  tejer por la patria") parecían decir Maggie y las tejedoras argentinas, quienes parafraseaban inadvertidamente las palabras de Horacio y quizá supiesen tan poco latín como parecía saber la Irene de Cortázar, cuya placidez parecía recordar el origen griego de su nombre (Irene viene del griego Eirene, que significa "paz"). Maggie y las tejedoras argentinas tejían para los soldados. La Irene de Cortázar tejía para entretener sus ocios de rentista. De haber tejido por la patria, las turbas peronistas, aparentemente acusadas por el Cortázar de Casa tomada, no habrían privado a Irene del espléndido caserón de sus bisabuelos, presunto recordatorio de los palacetes franceses de la oligarquía antiperonista. Sabe Dios qué motivos tendría la Inglaterra de 1833 para privar a la Argentina del archipiélago malvínico. Y para seguir reteniéndole las Malvinas casi dos siglos después. Esas preguntas no son en absoluto ociosas en este año del centenario del nacimiento de Cortázar y del treintanario de su deceso. Como tampoco lo son en este nuevo aniversario del desembarco armado argentino efectuado en suelo malvínico hace 32 años.



      Ilustración confeccionada por Norah Borges, hermana de Jorge Luis Borges, para la primera edición del cuento Casa tomada, de Julio Cortázar, aparecida en 1946

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