Descubrí a Gabriel García Márquez a mis quince años, cuando devoré El amor en los tiempos del cólera recién desembarcado en las librerías porteñas, que le extendieron sus alfombras rojas alrededor de la Navidad de 1985. Mientras otros quinceañeros se encandilaban con Volver al futuro, yo descubría al Gabo.
A lo largo de los años pasaron por mis manos El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad, Cuando era feliz e indocumentado, De viaje por los países socialistas, Crónica de una muerte anunciada, La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile, El general en su laberinto, Doce cuentos peregrinos, Noticia de un secuestro... El inagotable universo del Gabo, con sus Aureliano Buendía y Florentino Ariza, desfilaba ante mis ojos en distintos momentos de mi vida.
Acabo de saber que el Gabo ya no está más entre nosotros. Pero ese "ya no está más" se limita a su presencia física. En todos los demás aspectos, el Gabo es inmortal.
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