domingo, 23 de marzo de 2014

Pastel de duraznos

En diciembre de 1982 la película estadounidense E.T., el extraterrestre, dirigida por Steven Spielberg, conmocionó mis doce años de edad. En el film de Spielberg, un Henry Thomas de once años encarnaba a un niño estadounidense llamado Elliott, procedente de un hogar problematizado por el divorcio de sus padres y la partida de su padre hacia México. Elliott devenía súbitamente en protector de un sensible alienígena abandonado a su suerte en la Tierra y posteriormente reintegrado a su planeta natal. La vida no era fácil para Elliott: en el decenio de 1980, un hijo de padres divorciados no podía aspirar a la misma contención socioafectiva y legal que en la actualidad (la Argentina recién instituiría la patria potestad compartida en 1985 y el divorcio vincular dos años después). Y, como si no tuviese bastantes problemas en su casa, Elliott debía convivir con un alienígena inicialmente ocultado a su problemática familia.
La vida tampoco es fácil para Henry Wheeler, joven tocayo ficticio de Henry Thomas, encarnado por un Gattlin Griffith dirigido por Jason Reitman en su película Aires de esperanza. Henry Wheeler tiene su cuarto presidido por un afiche de E.T. y cuenta 13 años en el verano boreal de 1987. Debe lidiar simultáneamente con su incipiente crisis de la adolescencia y la convivencia con una madre depresiva y divorciada, llamada Adele y encarnada por Kate Winslet. En un día festivo, Adele y Henry van de compras al centro comercial de su pequeña localidad de residencia, donde son interceptados por Frank Chambers, encarnado por Josh Brolin y afectado por el sangrado externo de la herida quirúrgica de su reciente apendicectomía. Frank les pide a Adele y Henry que lo cobijen en su casa, donde Adele y Henry encienden el televisor, que, en presencia de Frank, revela que Frank se ha evadido de una cárcel cercana, donde cumplía una condena de dieciocho años por homicidio. En su película, Reitman pinta a Frank como un ex combatiente de Vietnam, quien mató accidentalmente a su esposa Mandy durante una discusión, en cuyo decurso Frank negara la paternidad de una niña portada en el vientre de Mandy y ahogada en una bañadera.
En E.T., Henry Thomas encarnaba a un Elliott súbitamente devenido en protector de un  alienígena. En Aires de esperanza, Gattlin Griffith encarna a un Henry repentinamente convertido en protector de un Frank finalmente reencarcelado con una pena adicional de veinticinco años de prisión. Durante su breve convivencia con Adele y Henry, Frank demostrará que no carece en absoluto de sensibilidad humana, como lo demostrará cuando una vecina pida a Adele que cuide por un día a su hijo con discapacidad mental, confinado a una silla de ruedas. También se mostrará hábil en los más variados oficios manuales, como la pastelería, según lo demostrará al enseñar a Adele y Henry a preparar el suculento pastel rellenado con los duraznos generosamente cedidos por un vecino. La enseñanza de Frank será bien tenida en cuenta por Henry, quien, ya adulto, devendrá en un exitoso pastelero. Frank se enterará del éxito profesional de Henry a través de una revista leída por Frank en el tramo final de su largo encarcelamiento. Impelido por la noticia, Frank envía una carta a Henry, cuya madre viera bruscamente interrumpido su incipiente amorío con Frank a raíz del prolongado reencarcelamiento de este último. Henry contesta la misiva de Frank, indicándole dónde puede ubicar a Adele, con quien Frank reinicia su relación sentimental al salir de la cárcel, revelando que la problemática afectiva, pese a su frecuente complejización, no es irresoluble. Y que, bien trabajada, puede rendir frutos tan apetecibles como el pastel de duraznos preparado por Adele y Henry bajo la supervisión de Frank.   


Kate WinsletGattlin Griffith y Josh Brolin en Aires de esperanza

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